martes, 28 de octubre de 2008

Caúsaco y Larrem

(Caúsaco y Larrem se encuentran en una habitación, tomando el té. Ambos pertenecen a la alta sociedad, pero Caúsaco es claramente más poderoso que Larrem, quien esta sentado en una silla, inmóvil, con la mirada fija en un punto, ahogado en sus pensamientos, con la taza de té en sus manos, que se enfría. Esta desalineado y visiblemente agobiado por el insomnio.)
Caúsaco: - Larrem, hay algo que no entendes. Acá, vos no sos la víctima, sos el victimario. No se trata de llorar por tu indecisión, sino por las mujeres. Larrem, pensá un poco en las mujeres. No en las tuyas o en las mías, pensá en la mujer en sí. No voy a decir que son divinidades ni que son sagradas, porque no lo son, pero sí las considero mucho más importantes que los hombres. No más útiles, ni más inteligentes,, ni por eso tampoco menos útiles o menos inteligentes, pero sí más fuertes del corazón, más hábiles en el manejo del amor pero más sensibles, y por ello, más importantes. Larrem, las mujeres fueron sometidas por el hombre durante años, y aún así, los hombres se quedan sin palabras frente a ellas. Aún así, ellas son más capaces de amar. Aún así, aman a un hombre. El hombre, por otro lado, se cree ser menos hombre por amar. El hombre se somete a sí mismo Larrem y, a diferencia de la mujer, no logra salir de ese sometimiento. Pero ese es otro tema, y no pienses que te considero menos hombre por amar a varias mujeres. Te considero un irrespetuoso. No me importa cuantas lágrimas hayas derramado por tu indecisión, sos un irrespetuoso aún hayan sido una gota o tres torrentes. Me importa que no hayas derramado ni una sola por darles esperanzas a varias mujeres, para luego solo quedarte con una. Una mujer feliz, no quita que haya cuatro corazones rotos Larrem. Y cinco mujeres a la espera de tú decisión, no son cinco mujeres felices.
Me decís que las amas Larrem… ¿pero con qué intensidad? Ni el corazón más amplio tiene lugar para amar a cinco mujeres. Mucho menos el tuyo. Larrem, ¿vos sabes lo que es el amor? O mejor aún, ¿vos sabes lo que es amar a una mujer? Yo, amando a una sola mujer, ante la más mínima indecisión, la tuve que dejar. Sufría por mi indecisión, sí, pero más sufría por ella, que yacía a la espera. Dejé que me dejara completamente, pero para que ella pueda ser feliz sin tener que esperarme a mí y a mis incertidumbres. Y a pesar de que hoy me arrepiento de mi decisión, ella, hoy por hoy, es feliz, y no me odia. Prefiero vivir equivocándome, a hacer sufrir a la mujer que amo.
Pero querido Larrem, lo más grave de todo esto, no solo es que te metiste con cinco mujeres. No es que tu confusión producida por estas cinco mujeres que te aman, se esté manifestando en ellas y las hieran del mismo modo que te hiere a vos. No es que expreses amor incondicional a cinco mujeres y lo hagas sin vergüenzas. Lo más grave de todo esto, es que te metiste con mis mujeres Larrem. Con una de mis hermanas. Con Cármida. Sabes bien, que hasta el día de hoy te considero un gran amigo, y te estimo casi tanto como estimo a mis hermanas, en especial a Cármida. Pero, Larrem, ya no puedo seguir viéndola alimentada de falsas esperanzas. No niegues que son falsas. Las posibilidades son de una en cinco Larrem, estadísticamente son falsas. Así que te pido por las buenas que te vayas. Mi hermana es una mujer fuerte, pero esta situación ha corrompido su fuerza. Y las otras cuatro mujeres, no se merecen perder el tiempo esperándote. Larrem, andate y toma una decisión que le ponga fin a ésta situación. No vuelvas hasta que estés decidido por una de ellas, porque de hoy en más, me olvido de nuestra amistad, y pongo por delante a Cármida. De hoy en más, todo lo que sé de tus amoríos, será conocido por Cármida si algún día te vuelvo a ver. Larrem, espero volver a verte algún día decidido por una sola mujer.

La Carta

Prida:- Exaltada, corrí a su encuentro. Me había llamado. Me sentía feliz. Sabía que no me amaba, pero el solo hecho de haber sido llamada por él me llenaba de felicidad. Lo amaba en silencio. Yo era su confidente. Sólo por estar con él, debía sufrir cada uno de sus relatos a cerca de otras mujeres. Sus amores imposibles. O sus amores posibles. Años llevando a cabo esta tortura. Pero ese día, su voz me llamaba con un tono diferente. Había una confidencia diferente. En su voz, yacía una intención diferente a la mera necesidad de desahogar sus tensiones de amor. Exaltada corrí a su encuentro, y exaltado lo encontré. Tomó mis manos con las suyas. Él estaba tenso. Yo estaba nerviosa. Me confesó que yo era la única que lo entendía. En la única que el siempre confiaría. Era el momento perfecto. El momento de confesar mi amor. Pero entonces, él posó en mis manos el sobre. Un pequeño paquete cargado de palabras, perfumado de bellos significados. La carta.
Me encomendó el mandado. Debía cargar con sus sentimientos y depositarlos a los pies de alguna dama. Su amor partía de Buenos Aires esa tarde y su última oportunidad de expresarle su amor yacía sobre mí. Sobre el blanco del papel, el remitente rezaba “Roxana”. Roxana se llamaba… se llama (saca un sobre viejo, húmedo y amarillo por el tiempo. No tiene remitente). Camino al puerto, desgarrada por el engaño de mis ilusiones, me di cuenta que mis lamentos borraron la tinta del sobre. Ya no había a quién entregar la carta. O bien, cualquiera podía recibirla. Entonces, allí comenzó mi desgracia. Si corría al puerto, él correría hacia Roxana y viajaría con ella, y yo me quedaría sola. Si le devolvía la carta, Roxana jamás la recibiría y él se quedaría, pero ya no confiaría en mí y no volvería a hacerlo nunca más. Jamás podría mentirle, suficiente dolor siento con ocultarle la verdad. Me quedé con sus palabras. Sus palabras de amor son mías. No me atrevo a leerlas, pero son mías. Con éste sobre en mi poder, yo sé que el me ama a mí. Estas palabras, hoy son para mí. A cambio, solo tengo que renunciar a verle, a hablarle o a escucharle. Pero el me ama. Yo sé que me ama. Yo tengo sus palabras. Él me ama.

La Casa de Faire

(Un grupo de gente se encuentra en el centro del escenario, llevan ropas viejas y sucias, pero no harapientas. Todos se encuentran absortos en un mundo propio, recordando situaciones felices, pero sus caras están deshechas, deformes y marcadas por sus llantos, que cada tanto se visualizan. Entre ellos, Faire, un hombre vestido con un traje en las mismas condiciones que las ropas del resto de los personajes, sentado en un sillón de madera, rodeado por los demás, a quienes observa con lástima y acaricia a alguno de vez en cuando. Se para, da unos pasos al frente. El resto a penas se percatan de los movimientos, un tanto nerviosos, pero rápidamente vuelven a sus historias imaginarias).
Faire: -Privados del amor. Refugiados en el silencio. En el olvido. Destinados a vivir entre ilusiones, entre sus sueños. Rechazados por Afrodita y deportados a ésta, mi casa, el hogar de nadie, el hogar de los pobres que lo tienen todo, pero, aún así, les falta lo único. Quienes sufrieron la esperanza y hoy sus heridas se alimentan de las sales de sus iguales. Se escuchan sin oírse. Se ven sin mirarse. Sus mentes, yacen intranquilas en las memorias que los hostigan. Memorias, que cuanto más intentan olvidar, más han de recordar. Son sus mentes las que se encuentran embriagadas, llenas, ahogadas y perturbadas de amor, cuando son sus corazones quienes deberían estarlo. Corazones que saben gritar, que aprendieron a llorar.
Ellos, conocieron la desesperación. Aprendieron a rendirse. Yo, los mantengo a salvo. Me preocupo por ellos. Por lo que queda de ellos. Quizás por lástima., por pena. Quizás por que les tenga algo de cariño. Quizás porque se los debo. Porque me salvaron. Porque gracias a ellos, aprendí lo que hace el amor. Gracias a sus desgracias, supe evitar el amor. Yo, no amo. Yo, nunca amé. Y por sobre todas las cosas, no derramaré una sola gota de mi cuerpo ni un minuto de mi tiempo en despistarme por los caminos en los que ellos han sucumbido. Yo, soy dueño de la felicidad. Los demás, se enriendan en buscarla en los minados campos del amor, y donde terminan sin encontrar lo que buscaban y perdiéndose ellos mismos en él. No vivo en el júbilo, no, pero en mi desgracia y sin amor, se me hace más fácil engañarme. Prefiero engañarme a mí mismo a ser engañado por lo que ellos osaron llamar “amor”. ¿De qué sirve enamorarse si uno puede acabar como ellos? ¿De qué sirve vivir un momento breve de júbilo para luego vivir en la desgracia… (retrocede al sillón hasta sentarse en él nuevamente) en MI casa?
(El resto de los personajes se abalanzan contra él sin moverse de sus lugares, aferrándolo a su sillón. Faire sonríe placenteramente. Los personajes empiezan a aumentar sus murmullos y llantos hasta convertirse en un ruido ilegible)
(Apagón)