martes, 28 de octubre de 2008

Caúsaco y Larrem

(Caúsaco y Larrem se encuentran en una habitación, tomando el té. Ambos pertenecen a la alta sociedad, pero Caúsaco es claramente más poderoso que Larrem, quien esta sentado en una silla, inmóvil, con la mirada fija en un punto, ahogado en sus pensamientos, con la taza de té en sus manos, que se enfría. Esta desalineado y visiblemente agobiado por el insomnio.)
Caúsaco: - Larrem, hay algo que no entendes. Acá, vos no sos la víctima, sos el victimario. No se trata de llorar por tu indecisión, sino por las mujeres. Larrem, pensá un poco en las mujeres. No en las tuyas o en las mías, pensá en la mujer en sí. No voy a decir que son divinidades ni que son sagradas, porque no lo son, pero sí las considero mucho más importantes que los hombres. No más útiles, ni más inteligentes,, ni por eso tampoco menos útiles o menos inteligentes, pero sí más fuertes del corazón, más hábiles en el manejo del amor pero más sensibles, y por ello, más importantes. Larrem, las mujeres fueron sometidas por el hombre durante años, y aún así, los hombres se quedan sin palabras frente a ellas. Aún así, ellas son más capaces de amar. Aún así, aman a un hombre. El hombre, por otro lado, se cree ser menos hombre por amar. El hombre se somete a sí mismo Larrem y, a diferencia de la mujer, no logra salir de ese sometimiento. Pero ese es otro tema, y no pienses que te considero menos hombre por amar a varias mujeres. Te considero un irrespetuoso. No me importa cuantas lágrimas hayas derramado por tu indecisión, sos un irrespetuoso aún hayan sido una gota o tres torrentes. Me importa que no hayas derramado ni una sola por darles esperanzas a varias mujeres, para luego solo quedarte con una. Una mujer feliz, no quita que haya cuatro corazones rotos Larrem. Y cinco mujeres a la espera de tú decisión, no son cinco mujeres felices.
Me decís que las amas Larrem… ¿pero con qué intensidad? Ni el corazón más amplio tiene lugar para amar a cinco mujeres. Mucho menos el tuyo. Larrem, ¿vos sabes lo que es el amor? O mejor aún, ¿vos sabes lo que es amar a una mujer? Yo, amando a una sola mujer, ante la más mínima indecisión, la tuve que dejar. Sufría por mi indecisión, sí, pero más sufría por ella, que yacía a la espera. Dejé que me dejara completamente, pero para que ella pueda ser feliz sin tener que esperarme a mí y a mis incertidumbres. Y a pesar de que hoy me arrepiento de mi decisión, ella, hoy por hoy, es feliz, y no me odia. Prefiero vivir equivocándome, a hacer sufrir a la mujer que amo.
Pero querido Larrem, lo más grave de todo esto, no solo es que te metiste con cinco mujeres. No es que tu confusión producida por estas cinco mujeres que te aman, se esté manifestando en ellas y las hieran del mismo modo que te hiere a vos. No es que expreses amor incondicional a cinco mujeres y lo hagas sin vergüenzas. Lo más grave de todo esto, es que te metiste con mis mujeres Larrem. Con una de mis hermanas. Con Cármida. Sabes bien, que hasta el día de hoy te considero un gran amigo, y te estimo casi tanto como estimo a mis hermanas, en especial a Cármida. Pero, Larrem, ya no puedo seguir viéndola alimentada de falsas esperanzas. No niegues que son falsas. Las posibilidades son de una en cinco Larrem, estadísticamente son falsas. Así que te pido por las buenas que te vayas. Mi hermana es una mujer fuerte, pero esta situación ha corrompido su fuerza. Y las otras cuatro mujeres, no se merecen perder el tiempo esperándote. Larrem, andate y toma una decisión que le ponga fin a ésta situación. No vuelvas hasta que estés decidido por una de ellas, porque de hoy en más, me olvido de nuestra amistad, y pongo por delante a Cármida. De hoy en más, todo lo que sé de tus amoríos, será conocido por Cármida si algún día te vuelvo a ver. Larrem, espero volver a verte algún día decidido por una sola mujer.

La Carta

Prida:- Exaltada, corrí a su encuentro. Me había llamado. Me sentía feliz. Sabía que no me amaba, pero el solo hecho de haber sido llamada por él me llenaba de felicidad. Lo amaba en silencio. Yo era su confidente. Sólo por estar con él, debía sufrir cada uno de sus relatos a cerca de otras mujeres. Sus amores imposibles. O sus amores posibles. Años llevando a cabo esta tortura. Pero ese día, su voz me llamaba con un tono diferente. Había una confidencia diferente. En su voz, yacía una intención diferente a la mera necesidad de desahogar sus tensiones de amor. Exaltada corrí a su encuentro, y exaltado lo encontré. Tomó mis manos con las suyas. Él estaba tenso. Yo estaba nerviosa. Me confesó que yo era la única que lo entendía. En la única que el siempre confiaría. Era el momento perfecto. El momento de confesar mi amor. Pero entonces, él posó en mis manos el sobre. Un pequeño paquete cargado de palabras, perfumado de bellos significados. La carta.
Me encomendó el mandado. Debía cargar con sus sentimientos y depositarlos a los pies de alguna dama. Su amor partía de Buenos Aires esa tarde y su última oportunidad de expresarle su amor yacía sobre mí. Sobre el blanco del papel, el remitente rezaba “Roxana”. Roxana se llamaba… se llama (saca un sobre viejo, húmedo y amarillo por el tiempo. No tiene remitente). Camino al puerto, desgarrada por el engaño de mis ilusiones, me di cuenta que mis lamentos borraron la tinta del sobre. Ya no había a quién entregar la carta. O bien, cualquiera podía recibirla. Entonces, allí comenzó mi desgracia. Si corría al puerto, él correría hacia Roxana y viajaría con ella, y yo me quedaría sola. Si le devolvía la carta, Roxana jamás la recibiría y él se quedaría, pero ya no confiaría en mí y no volvería a hacerlo nunca más. Jamás podría mentirle, suficiente dolor siento con ocultarle la verdad. Me quedé con sus palabras. Sus palabras de amor son mías. No me atrevo a leerlas, pero son mías. Con éste sobre en mi poder, yo sé que el me ama a mí. Estas palabras, hoy son para mí. A cambio, solo tengo que renunciar a verle, a hablarle o a escucharle. Pero el me ama. Yo sé que me ama. Yo tengo sus palabras. Él me ama.

La Casa de Faire

(Un grupo de gente se encuentra en el centro del escenario, llevan ropas viejas y sucias, pero no harapientas. Todos se encuentran absortos en un mundo propio, recordando situaciones felices, pero sus caras están deshechas, deformes y marcadas por sus llantos, que cada tanto se visualizan. Entre ellos, Faire, un hombre vestido con un traje en las mismas condiciones que las ropas del resto de los personajes, sentado en un sillón de madera, rodeado por los demás, a quienes observa con lástima y acaricia a alguno de vez en cuando. Se para, da unos pasos al frente. El resto a penas se percatan de los movimientos, un tanto nerviosos, pero rápidamente vuelven a sus historias imaginarias).
Faire: -Privados del amor. Refugiados en el silencio. En el olvido. Destinados a vivir entre ilusiones, entre sus sueños. Rechazados por Afrodita y deportados a ésta, mi casa, el hogar de nadie, el hogar de los pobres que lo tienen todo, pero, aún así, les falta lo único. Quienes sufrieron la esperanza y hoy sus heridas se alimentan de las sales de sus iguales. Se escuchan sin oírse. Se ven sin mirarse. Sus mentes, yacen intranquilas en las memorias que los hostigan. Memorias, que cuanto más intentan olvidar, más han de recordar. Son sus mentes las que se encuentran embriagadas, llenas, ahogadas y perturbadas de amor, cuando son sus corazones quienes deberían estarlo. Corazones que saben gritar, que aprendieron a llorar.
Ellos, conocieron la desesperación. Aprendieron a rendirse. Yo, los mantengo a salvo. Me preocupo por ellos. Por lo que queda de ellos. Quizás por lástima., por pena. Quizás por que les tenga algo de cariño. Quizás porque se los debo. Porque me salvaron. Porque gracias a ellos, aprendí lo que hace el amor. Gracias a sus desgracias, supe evitar el amor. Yo, no amo. Yo, nunca amé. Y por sobre todas las cosas, no derramaré una sola gota de mi cuerpo ni un minuto de mi tiempo en despistarme por los caminos en los que ellos han sucumbido. Yo, soy dueño de la felicidad. Los demás, se enriendan en buscarla en los minados campos del amor, y donde terminan sin encontrar lo que buscaban y perdiéndose ellos mismos en él. No vivo en el júbilo, no, pero en mi desgracia y sin amor, se me hace más fácil engañarme. Prefiero engañarme a mí mismo a ser engañado por lo que ellos osaron llamar “amor”. ¿De qué sirve enamorarse si uno puede acabar como ellos? ¿De qué sirve vivir un momento breve de júbilo para luego vivir en la desgracia… (retrocede al sillón hasta sentarse en él nuevamente) en MI casa?
(El resto de los personajes se abalanzan contra él sin moverse de sus lugares, aferrándolo a su sillón. Faire sonríe placenteramente. Los personajes empiezan a aumentar sus murmullos y llantos hasta convertirse en un ruido ilegible)
(Apagón)

miércoles, 13 de agosto de 2008

el solitario y la solitaria

Le habla a la solitaria de plata, porque sabe que ella lo entiende. Las estrellas lo escuchan aburridas. Algunas se pierden en rocíos. Sin embargo, él, que piensa mucho, no tiene demasiado que contar. Se entiende a sí mismo como un hombre sencillo, pero sabe que no es normal. Que es igual que todos: diferente. Un lobo estepario, un ermitaño, un faro en la sierra… un hombre casi acabado, pero incompleto al fin. Le falta poco para empacar, y despedirse de ella también, pero aún le falta. Aún tiene tiempo. Pero ya no tiene ideas. Nunca las tuvo. O jamás fueron más allá de la atención de su Diana, de quien simpatiza. Él, sonríe sus propias lágrimas, pero no llora sus alegrías. Sus contentos, aún los busca. Los dejo perdidos en algún lugar al norte, en un paseo del que no vuelve. Piensa… Volver. Regresar. Nunca se esta dos veces en un mismo sitio. Cuando uno va, jamás vuelve. Vuelve otro que jamás partió de donde se vuelve. Siempre se viaja, nunca se vuelve. Uno, se queda al viajar. O se pierde en el camino. Se queda… Viajar. Caminar. Moverse. Mirar. Pensar… Hablarle a su astro. Él, sin querer, viajó. Él, sin querer, se quedó. Él, sin querer, quedó viajando. Constante. Continuo. Perpetuo. Él, evade los puertos. Él. Solo. Él, y el espejo del día. Solos. No están perdidos, pero se mueven entre nieblas. Las buscan, para encontrar una entelequia. Nada. Se mueven solos. Él, se mueve solo. Ella, lo sigue. Él, se mueve tras ella, que no lo sigue, pero parece acompañarlo. Parece. Piensa. Se va. Se queda con ella. Se van, y se quedan idos. Piensan. Él, piensa que piensan. Ella, no muere. Ella no vive. Piensa. Él piensa. Se siente solo. Se consuela con la compañía de lágrimas, que las sonríe. Ella, no existe. Él, la llora. Sus lágrimas la lloran. Pero ella, no existe. Su llanto, no existe. Se siente solo. Su soledad… ella si existe.

Horacio Piñedo

Sentado en su escritorio, frente a su gran ventanal en su apartamento, escribiendo en su computadora, pensando un sinónimo para indiferencia, respirando con paciencia, viviendo en el presente, sin pensar en su pasado ni pensar en su porvenir, se oye, no muy lejos, cómo en el balcón de Silvia Paduli, una de las flores decide emerger del silencio. No le importa el invierno.
Con la mirada fija en su computadora, su corazón latiendo pasivamente, iluminado por el sol maquiavélico, confinado en el más súbito de los pensamientos que tendrá ese día, pasa frente a su mirada, mirándolo de reojo, un panadero sobre el cual posa firmemente el deseo que él le ha pedido esa mañana y que aún busca donde besar la tierra. Él, mira sin verlo.
Sus oídos compenetrados en el zumbar del mutismo, aun absorto en reflexiones virtuosas, perdido ya en algún lugar fuera de su residencia, está, a pocas cuadras de donde su cuerpo ha quedado, Martin Carrela, de veintisiete años, que se queda sin palabras. A cambio, recibe un beso.
Confinado en imágenes de satélites cristalinos, con el salva pantallas haciéndole luna el rostro, sus manos alejadas del teclado, y una minúscula sonrisa animándose a visitarlo mientras esta distraído, fuera de su alcance se pasea paulatinamente una solución sin problema. Treinta y siete segundos después es utilizada.
Divertido en el pensamiento que lo enajena, sus párpados ocultos como eternamente, su voz durmiendo en los pulmones, el aire exento de las brisas, el sol rasguñándole la cara, lejos, en el Cuyo, un hornero presencia a Almira Dereigo, de setenta y cuatro años, cerrando con llave la puerta de su departamento. Entraba, y nunca más salió.
Compenetrado, admirado, inmóvil, inadvertido, muriendo, como cualquier otro prisionero del tiempo, y aun tan vivo, fuera del presente, extasiado en las ideas que osaron presentársele, pasa por uno de los rincones de París, Justo Miravela, cuarenta años, quien se acuerda de su rincón en Buenos Aires y una lágrima le endulza el mate. El Sena lo consuela.
Irrigada su alma por paños humedecidos de ideas, Horacio Piñedo, veintiséis años, vuelve en sí. Ahora el mundo se detiene, y él se pone a escribir.

viernes, 22 de febrero de 2008

Déjame Dejarte

Déjame mostrarte,
Tranquilo, despacio,
Déjame ser quien te enseñe,
Paulatino, lentamente,
Déjame ser quien te guíe,
Con detalle, sosegado,
Déjame ser quién te consuele
Ahora, eternamente.

Déjame creer que lo eres todo,
Entera y absoluta,
Déjame pensar que puedo ser más que un soñador,
Real, un creador,
Déjame gritar quién vos sos en mí,
Atrevido, sin vergüenzas,
Déjame creer en mí mismo,
Intenso, egocéntrico.

Déjame callar tus silencios,
Querer tus palabras,
Saborear tus olores,
Apropiarme tus suplicios.
Deja a mis ojos contemplar con tu mirada
Mi memoria acosarte
Mis elogios indignarte
Mi cordura preocuparte.

Déjame, y en paz dejarte,
Fresca, pura
Déjame abandonarte, añorarte,
Sufrirte, llorarte,
Déjame arrepentirme,
Matarme, culparlos
Déjame nada, y quédatelo todo,
Déjame dejarte.

La Perfecta

Lo entiendo y lo comprendo
Eres como un defecto
Una anomalía en mi pensar
Un disturbio en mi dormir
Y una reliquia en mi recuerdo

de la serie "escritos sin pensar"

este texto ta bueno pa leer en velocidad medianamente acelerado, pero no rapido, escuchando "We have a map of the piano" de MUM... bha, asi me gusta leerlo a mi jajaja

Este es el momento
Es mi oportunidad
Que nadie me la arrebate
Salgan pensamientos insanos
Cómanse al extranjero,
A quien aguarda afuera
A quien preste oídos
Quien hoy me oiga ha de quedar sordo.
Siento que ya nada queda
Que todo ha sido utilizado
Lo único que nos mantiene vivos son estas palabras
Jamás combinadas
Una nueva frase
Algo que nunca se haya dicho
Algo nuevo, algo fresco
Algo puro, algo innovador
Porque ya no vive la revolución
Ya fue utilizada
Ya fue publicitada,
Fue vendida
Fue comprada,
Fue, y no será más
Hay algo nuevo
Hay algo más
Hay vida q no se vive
Hay vida que no se quita
Hay cosas que no son fáciles de conseguir
Hay cosas que jamás llegare a ver
No hoy, no mañana,
Pero volveré
Lo veré, lo viviré
Lo llevare conmigo
A donde sea
¡Me iré! Nadie podrá alcanzarme
No correré,
Volaré
Y aprenderé a volar más alto
Y lo conseguiré, y ustedes me verán volar
Y ustedes me verán caer, cargado en conocimiento,
Entonces, excavaré
Iré a lo más profundo de mí ser,
Y los conoceré,
Tal como son,
Sin imágenes falsas
Se abrirán
Ya verán
Como hago de la nada una obra maestra
Como de la nada volaré
Me verán y yo los perderé
Yo… me iré.

Verborragia escrita el 22/09/’07
Escuchando “We Have a Map of the Piano”, MUM

Soria
(Canta la minita)




Y en el momento en que todo se desvanezca
Aparecerá aquel aroma que nos revolvía el estómago cuando chicos
Cuando todo parecía tan puro
Tan lleno de esperanzas
Tan poco imaginado el presente se encontraba
Tan ajeno a lo que nos pasaba entonces
Cuando la vista nos abría un mundo de fantasías

Aun vivo allí
En un mundo nuevo
Que es tan viejo
Que me sorprende que aun este entre nosotros
Creo que no voy a volver
Sino es con el amor eterno que le tengo a esta
Mi tierra
Sangre de barro y agua
Sangre de puras memorias
Las tengo aferradas a mi mente
Tan ajenas a todo lo que conozco
Son tantos sentimientos por una parcela
Por una gran masa de tierra
Por un solo planeta
Incluso amo lo desconocido
Aquello que no conozco
Que no comprendo
Lo adoro
Aunque puede ser malo
Aunque podría ser bueno
Mantenemos la fe aferrada a lo desconocido
Y eso es lo bello
Y lo hacemos, porque estamos vivos
Y desconocemos
Y amo desconocer
Y amo a lo que conozco
Y desconozco mis propios sentimientos.
Y aunque ustedes no me entiendan y aunque yo no los comprendo
Son ustedes, vivos pensamientos en mi memoria
Que ya los despide paulatinamente
Sin adioses
Sin lágrimas
Sin risas
Solo con la mirada fija en la memoria de tu rostro
Solo un rostro
Sin historias
Sin pensamientos
Solo un rostro
Sin mirada
Sin nacer
Solo un rostro
Que nadie mira
Que nadie se interesa
Solo un rostro…

Una memoria olvidada…

Verborragia escrita el 21/09/’07
Escuchando “We Have A Map Of The Piano” (después de q la minita canta), MUM

Este no me va ni me viene... poesia barata

Y embadurnado en tu presencia,
Soy el ángel que ha volado tan lejos
Por encontrar su cielo
Su nube perdida hace años…
Pero estas tan lejos
Te veo difusa
Mi memoria te añora…
Me lo ha dicho.
Mi mirada se cansa…
Mis oídos se aburren…
Mi presencia se desvanece…
Y mi tristeza me estorba.
Mis pensamientos te acosan…

Y yo que pensaba que nos amábamos,
Cuando ni siquiera conocíamos el amor.

de la serie "escritos sin pensar"

Si, vemos algo que nos gusta y nos obsesionamos. Pero me refiero a algo que queremos, no simplemente al hecho de quererlo, de desearlo, de hacer lo que sea por obtenerlo. Nos volvemos adictos al deseo de obtener aquella cosa que anhelamos, porque realmente nos volvemos dependientes a saber que ocurre con aquella cosa. Si va, si viene, si cambia de color, quien lo tiene, quien anda con eso, quien anda con quien lo tiene, quien anda con quien anda con quien lo tiene, incluso nos vemos obsesionados por saber si esta bien tratado. Ilusionamos tenerlo, incluso soñamos tenerlo, allí es cuando nos gusta más dormir que salir a verlo realmente. El ilusionar se vuelve parte de la droga del deseo. El querer se te imprime en la sangre. En tu ADN. Todo gira entorno al deseo, al querer, al obtener, al anhelar, finalmente te acostumbras a quererlo, pero ya no lo querés obtener, porque si lo obtenés, dejas desearlo, porque ya lo tenés, y lo empezarías a desear de otra manera, y crees que todo volvería a empezar, un nuevo sufrimiento ligado a un nuevo deseo, una nueva historia que pasar, con sus costumbres nuevas y con sus dolores y con sus placeres, y con todo lo que implica estar vivo, cosa muy peligrosa desde ya hace muchísimo tiempo, cuando se nos metió la idea de que el expresar absolutamente todos los sentimientos es sinónimo de vergüenza, de que todos te mirarían, no esta bien ser uno mismo, mejor es ser parte de una sociedad de esmóquines todos completamente cerrados y sin deseo de salir a expresarse, y por eso nos cuesta tanto entender que cuando uno obtiene lo que desea no debemos tener miedo, sino que hay que entregarnos al destino, y no a la muerte, x q vivir es más que estar dentro de un cuerpo y sentir miedo, esa solo es la mitad, nos queda vivir aquello que nadie ha alcanzado todavía, que es vivir completamente, con miedos y con valentías y con tristezas que nos lleven a las alegrías y con conocimiento que nos confunda y nos den ganas de tirar todo a la mierda por el solo hecho de volver a empezar, sin dejar atrás todo lo que hicimos hasta el momento…
Y cuando hablo de ese deseo no me refiero el deseo de un hombre por un objeto, sí, no hace falta que me exprese, el sentimiento de deseo que quiero que entiendas supongo que ya lo entendiste hace bastante tiempo, y no es posible que yo lo exprese con mis palabras, ya que en tu mente se refleja aquello que mas deseas, no voy a pedir que lo intentes ahora mismo, porque realmente ya lo hiciste solo, porque sos independiente, y estas vivo por lo que t dejas llevar por el texto: una simple composición de sentidos, de significados, expresados a través de párrafos que no serían nada a no ser por las palabras, que a su vez existen gracias a la letra, que a su vez no tendrían sentido a no ser por el tipo de cifrado que se desarrollo hace años y que ahora tu mente sigue usando, mente la cual tiene o tubo hace unos momentos la imagen de lo que más desea, imagen generada por el conjunto de una gran cantidad de simples símbolos que un alguien se dignó a escribir, sin saber que iba a ser bueno o no, pero con la esperanza de que este texto llegue a aquello que el escritor desea en este momento, que es que el texto llegue a su fin inminente: confundir al lector.

Ella y El se Quieren

El:- te estuve esperando…
Ella:- disculpame…
El:- ¿por qué?
Ella:- por dejarte esperando…
El:- no, ¿por qué no viniste? ¿Por qué te tuve que esperar?
Ella:- no sé
El:- ¿por qué no viniste?
Ella:- porque no sabía
El:- ¿qué?
Ella:- porque no sabía si tenía que venir
El:- me dijiste que venias
Ella:- no era seguro
El:- vos dijiste otra cosa
Ella:- si, pero no sabía
El:- ¿qué no sabias?
Ella:- no sabía qué iba a pasar si venía
El:- tampoco sabías lo que iba a pasar si no venías
Ella:- tampoco…
El:- entonces, ¿por qué?
Ella:- tenía miedo
El:- ¿de qué?
Ella:- basta
El:- ¿de qué?
Ella:- basta, no quiero seguir
El:- ¿de qué?
Ella:- de lo que pudiese llegar a pasar
El:- ¿qué podía pasar?
Ella:- ¿qué podía pasar?
El:- no sé, pero eso es lo bueno ¿no? que no supiésemos…
Ella:- no, sabíamos lo que nos iba a pasar…
El:- nos íbamos a enamorar
Ella:- ¿no tenías miedo vos?
El:- ¿de amarte?
Ella:- de lo que sea
El:- no
Ella:- ¿de amarme?
El:- bueno, sí
Ella:- ¿Por qué?
El:- no sé
Ella:- ¿no me querés?
El:- si… no sé… bueno, por eso nos juntábamos ¿no? para ver si nos queríamos
Ella:- ¿y si no me querías?
El:- bueno, entonces no pasaría nada
Ella:- ¿pero si yo sí me enamoraba, y vos no me querías?
El:- no sé
Ella:- yo tampoco
El:- podrías haber venido, y nos fijábamos
Ella:- ¿vale la pena arriesgar tanto?
El:- ¿qué arriesgabas?
Ella:- lo que sea
El:- ¿el corazón?
Ella:- lo que sea
El:- ¿la vida?
Ella:- lo que sea
El:- si arriesgas lo que sea por mi, entonces significo algo para vos
Ella:- no tengo nada que arriesgar
El:- no te entiendo
Ella:- no tengo nada, estoy vacía.
El:- me tenías a mí (ella lo mira a el repentinamente) me tenés a mi
Ella:- ¿y si te perdía?
El:- ibas a tener mi rechazo
Ella:- no me iba a dejar dormir, me iba a sacar el sueño
El:- y el hambre
Ella:- y la risa
El:- y las lágrimas
Ella:- y las ganas
El:- ¿de qué?
(pausa. Se miran)
Ella:- ¿vos me amas?
El:- creí que sí
Ella:- ¿y qué paso?
El:- me acabo de dar cuenta que no sé lo que es el amor
Ella:- ¿y cómo se aprende eso?
El:- ¿qué cosa?
Ella:- lo que es el amor
El:- viviendo, supongo
Ella:- ¿y eso?
El:- ¿qué?
Ella:- ¿cómo se aprende a vivir?
El:- no sé
Ella:- amando
El:- me estoy confundiendo
Ella:- suele pasar
El:- entonces, ¿estamos aprendiendo?
Ella:- ¿y vos? ¿Por qué viniste?
El:- ¿a dónde?
Ella:- a encontrarnos
El:- porque buscaba algo
Ella:- ¿a mí?
El:- al amor
Ella:- pero no lo encontraste
El:- porque no viniste
Ella:- me buscabas a mí entonces
El:- lo buscaríamos juntos
Ella:- ¿y por qué no lo buscaste solo?
El:- porque no estaba solo. Nunca estoy solo. La soledad me acompañaba.
Ella:- ¿y por qué no la buscaste con ella?
El:- porque no es buena buscando. Con ella nunca encuentro nada
Ella:- ¿cómo te trata?
El:- ¿ella?
Ella:- si
El:- no dice mucho, ni hace demasiado, pero no me deja en paz
Ella:- entiendo
El:- ¿la conocés?
Ella:- a ella y a muchas otras
El:- si
Ella:- ¿esta acá?
El:- ¿quién?
Ella:- la soledad
El:- no, no se a donde se fue
Ella:- es cierto, ya hace un rato que se perdió
El:- no quiero que vuelva
Ella:- yo tampoco
El:- pero tampoco quiero quedarme solo
Ella:- ni yo
El:- ¿me enseñarías a amarte?
Ella:- sí… pero enseñame a vivir.
El:- vamos
(salen)

Paulatina Mañana

El techo estaba demasiado alto… miraba hacia arriba para no encontrarme con tu mirada, que sabia que dormía a mi izquierda… intenté recordar una melodía que solía alegrarnos… te juro que lo intenté, pero no me acordaba de nada. El techo parecía moverse para darle paso a la lluvia, que desde afuera se hacía presente gritándole a las tejas. Me acordé de cuando pusimos esas tejas… pero vos no querías tejas… vos querías… vos querías otra cosa… perdoname, me olvidé lo que querías…
Me incomodé por un segundo, y después me volví a sentir a gusto… en la cama me volví a sentir a gusto… pero para asegurarme… si, ya se, a vos no te gusta que me asegure de todo, pero bueno, es una obsesión que tengo, no lo controlo, como vos no me controlabas a mi… ni yo a vos… en fin, para asegurarme me moví un poco sobre el colchón, muy poco para no despertarte, a penas un poco, me gustaba no verte y saber que dormías, por eso me moví poco… sin embargo, me volví a sentir incómodo… peor que antes, creo que fue porque no te habías despertado…
Aspiré, como último intento accidental de despertarte, corto y fuertemente… pero seguías ahí… quizás soñando… quizás pensando en que las tejas fueron mejor elección que… que la… me olvidé… perdón.
De pronto pensé que en realidad nunca estuve cómodo. Que en realidad siempre dormiste mal… vos, quiero decir… vos siempre dormiste mal, ¿no?... si, si me acuerdo que te quejabas de un dolor en la espalda… o en el cuello… no me acuerdo… pero por eso compramos ese colchón ortopédico que a mi no me gustaba… pero igual lo compraste… no volviste a dormir bien, pero igual lo conservamos…
Alguna ves la habremos pasado bien… no me acuerdo ahora pero… si, una vez… ¿te acordás de ese tango?... el de Piazzola… ¿era de ese? Si, era de Piazzola, que entrábamos en un comercio y yo te dije… ¿que te dije? No me acuerdo que te dije… en realidad ni me acuerdo bien del tango… o del comercio… quizás fue donde compramos las tejas… pero no creo… no, las tejas nos las trajeron… me acuerdo por que vos las recibiste… ¿o fui yo?
Cada vez estaba más incómodo… yo, yo estaba incómodo… vos estabas durmiendo, creo, porque no te escuche mientras respiraba… mientras yo respiraba digo… no te escuche…
Creo que fue ahí que me di cuenta… cuando no te escuchaba dormir… y que yo me sentía tan incómodo… creo que si, fue ahí, que vos estabas bien dormida, casi ausente, y yo incómodo… y que me había acordado tan poco de vos… de nosotros… creo que era por eso que vos habías dejado de dormir tan bien… ¿y por qué otra cosa si no? Yo siempre dormí bien en ese colchón… entonces decidí, al azar, que me iba a ir…
Algo me retuvo por lo menos… dos segundos… o minutos, que se yo, pero en ese tiempo pensé minuciosamente mi partida. Me iba a levantar muy lento… para no despertarte me iba a levantar lento… ni me iba a poner las pantuflas… ya ni sabía si las pantuflas me las habías regalado vos o esta chica morocha que vivía en caballito… no me acuerdo su nombre… la que tenía el primo en algún lugar de España… ahora no me acuerdo en que lugar… bueno, espero que te acuerdes…
Iba a agarrar la ropa que me había puesto ayer y me iba a ir a vestir al baño… y todo lo iba a hacer lento… lo iba a hacer lento para que no te despertases, pero quizá lo iba a hacer así para ver si te levantabas y me decías que no me valla, y que las tejas si te gustaban… pero no, era para no despertarte… creo…
Iba a agarrar las llaves del auto y me iba a ir derecho a la puerta para salir y cerrarla… sin llave la iba a cerrar… y después… después me iba a ir… pero, a último momento, me iba a arrepentir. No sé por qué me iba a arrepentir, pero iba a volver a la cocina, tomarme un café tibio, porque iba a estar muy apurado… aunque todo iba a ser muy lento, iba a estar muy apurado yo… es que no te quería despertar, por eso iba a ser lento, paulatino, despacio, manso, porque no te quería despertar. Iba a dejar el café, que también podría haber sido un té, aunque la infusión me hubiese llevado demasiado tiempo… no, mejor iba a ser café… Iba a dejar el café por la mitad, tomar una hoja para escribirte que no iba a volver… que si querías podías cambiar las tejas, que no me iba a importar y que yo te quería, pero vos dormías muy mal… pero no te iba a poder escribir, por que no iba a encontrar una lapicera … y a pesar de que todo era muy lento yo estaba apurado… porque no te podías levantar… por fin amanecerías sin molestias, por eso no te podías despertar… no, todavía no…
Por fin iba a tomar las llaves del auto nuevamente, y me iba a ir… pero no por adelante, mejor por atrás, porque por atrás casi nunca salía, así que mejor iba a ser por atrás.
Después de pensarlo todo minuciosamente, abrí los ojos… que en realidad no me acordaba que los había cerrado, pero los abrí… así que los debo haber cerrado… y cuando abrí los ojos, y estaba a punto de empezar con el primer paso de mi pausadísimo plan, me acordé que antes te tenía que ver… casi intento acordarme hace cuánto tiempo atrás no te veía dormir bien, pero me recordé que esa mañana no me iba a acordar mucho, así que no me preocupé.
Me di vuelta… con los ojos cerrados me di vuelta, porque creo que parpadeé, pero no me acuerdo bien… no, si, parpadeé… pero fue largo el parpadeo… me acuerdo que el parpadeo fue largo…
Ansioso por que ese eterno parpadeo terminase y pudiese ver tu plácido sueño, mientras mis ojos se abrían, pude ver que tus sábanas estaban corridas muy cuidadosamente, que la ropa que te habías puesto ayer no estaba donde debía estar, que tus pantuflas, regalo de María cuando volvió de ir a ver a su hermano a Barcelona, seguían tan frías como siempre debajo de la cama, que tu pijama yacía inmóvil en el baño, que te habías ido por la puerta de atrás y te fuiste con el auto y lo único que me dejabas era media taza de café frío en la cocina junto a una hoja blanca reluciente…
Cuando abrí los ojos del todo, me acordé que vos no querías tejas… querías losa…

Asesinato Gramatical

Me quieren matar. Sí, me quieren matar. Pero no es paranoia, estoy siendo acosado por mi escritor. Está llevando una trama atractiva, no me quejo de que mi vida no sea interesante, pero me va a matar. Lo esta investigando, esta planeando mi muerte. Es increíble que dependa de una frase… no, ni siquiera eso, le basta escribir algo como “murió” y a mi no me queda más remedio que morir tantas veces como alguien lo quiera leer. Eso es lo terrible. Tener que morir cantidad infinita de veces, solo basta con que una persona lo lea. Hasta puedo morir en veinticinco idiomas diferentes. La palabra “murió” es el arma, y su ejecutor es el lector, yo no soy más que una víctima, destinado al simple entretenimiento de una persona que se divierte mientras yo agonizo.
Morir, en cualquier momento puedo morir. La mejor forma de morir, es ahogado, o que me prendan fuego. Mis hojas desaparecerían, y no volverían a restituirme para volver a matarme. Moriría una vez, y ya. Sería el viejo libro y nada más. Ni siquiera se percatarían de que alguna vez fui leído. Pero eso es imposible. Nadie me olvida. Para asegurarse de que no sea más que un libro mojado, vivo centenares de veces al mismo tiempo. Moriré centenares de veces al mismo tiempo. Si me mata, estoy seguro de que podría morir más de veinte mil veces en un mismo segundo. Y siempre del mismo modo. Claro esta, siempre habrá alguien que no entienda demasiado ciertos sucesos y puede que no tengan, pues, que sucederme. Pero que me muero, eso sí lo entienden… A nadie nunca se le escapa una muerte… Ni a los que analizan frenéticamente cada uno de mis movimientos, hasta aquellos que se lamentan tener que leer… Todos gozan, se regodean, al sentir la alegría, o angustia, o placer de que un protagonista muera…
Estoy acabado… mi escritor ya esta decidido… tiene una mirada rara… esa mirada que tiene cada vez que viene con alguna idea descabellada… Se sienta frente a la máquina y se dispone a escribir… Sí, ya lo esta haciendo. ¡Deténgase! ¡DETÉNGASE! Alguien que lo pare. ¿Es que no lo entiende? ¡Cuando usted termine de leer ésta frase, yo moriré!

Sol-edad

Un día me aparecí. Y ese día aún perdura. No tengo edad, ya que no hay quien me percate de los años o de las horas. Nadie sabe lo que es no conocer la noche, o jamás haber visto una estrella y, sin embargo, saber cómo es una de ellas. Una sola. Yo mismo…
Me embarga una soledad magnífica. Millones de cielos recorren mis alrededores pero, cegado por mi propia luz, no los veo. Soy importante para ellos, pero no saben de donde vengo, ni saben a donde voy. Mi muerte es una incógnita. ¿Cómo he de envejecer si yo controlo el tiempo? ¿Cómo he de morir si no puedo envejecer? ¿Cómo es posible controlar el tiempo, y ser ingenuo a él? ¿Cómo es posible vivir, si no se si me voy a morir?
Mi soledad va más allá de mis ojos. Conozco acerca de los astros, y conozco que algunos de ellos están habitados. Sin embargo, ninguno de ellos ha abierto desde sus entrañas el fulgor de sus núcleos. Mi corazón esta abierto para acariciar con brazas a quienes lo desean, pero nadie me visita… ni nadie intenta llegar a mi.
Me temen, lo sé. ¿Quién quisiera habitar a alguien como a mí? Soy alguien que deja salir todo lo que siente. Me gusta dibujar en llamas lo que no puede expresar la palabra. Yo expreso todo, absolutamente todo. Me veo incapacitado de no abrirme al universo, y eso que no lo conozco.
A la gente no le gusta eso. Que me abra digo, eso no le gusta a la gente. Si, lo se… yo se... Yo se muchas cosas. Eso tampoco le gusta a la gente. Que sepa muchas cosas digo, eso, no le gusta a la gente. Tendré poca vista, pero puedo oír muchas cosas. Los humanos, por ejemplo. A ellos los escucho, y mucho, no se callan nunca, por eso no me escuchan… porque no se callan… Y hablan, pero no dicen.
Los humanos ni me ven a los ojos. Me lo ha dicho un cometa que pasó para burlarse de mi soledad, y recordarme que los humanos cierran sus ojos al verme. No les gusta mi arte… no, yo se que no. Siempre intentaron llegar más allá de su planeta, pero nunca al Sol. Soy sólo una estrella. Una más entre miles. Nada más. Igual que todas, quizás más pequeña, pero una estrella al fin.
Una vez, solo una vez, y no puedo decirles hace cuanto tiempo fue, pude ver más allá de mi incandescencia. Y me acuerdo muy bien lo que vi. Soñando lo vi. Soñé con las estrellas. Fue la única vez que soñé. Soñé con todo. Soñé con las estrellas, con los humanos, con otro Sol, soñé con otro centro, con otro cielo, otro universo, otros fuegos. Soñé con la compañía, soñé que los humanos callaban, que me escuchaban, que venían. Soñé que me dormía, que despertaba, que envejecía, que perduraba, que me moría, que nacía... Soñé con un corazón, con un latir, con unos ojos, soñé con una alegría, con un amor, con que el tiempo venía y me dejaba vivir. Soñé… soñé con la ausencia de mi soledad… soñé que no era yo… sueño en no ser yo…
Gracias a ese sueño, creo que entonces sí empecé a vivir. Ahora distinguía entre un antes y un después, y quería un más allá. Tenía algo que lograr. Quería viajar. Pero no sé si me puedo mover. No sé si me muevo con este todo que me rodea, o si estoy quieto aquí con el todo. Y si me muevo quiero poder colisionar. Encontrar a alguien que esté solo, y romper esa soledad, con un choque que dure para siempre, como mi crecimiento… para siempre.
Hace poco, y creo que fue hace poco, porque sé que fue después del sueño, sucedió una maravilla tan trágica que había dejado de ser hermosa en tan poco tiempo como lo que duró mi sueño en comparación a toda mi existencia. Fue algo totalmente aturdidor. Escuchaba algunos rumores, pero se confundía con las palabras de otros seres. Los vocablos humanos en todos los idiomas hablaban de lo mismo, de ir al Sol, de trajes para el fuego. Venían a mí. Me querían conocer. Pero el sonido es un viajero muy lento, y pronto, muy pronto, llegarían los humanos. Debía sorprenderlos. Muy pronto llegarían. Debía darles una buena impresión. Si, ya los oía, con sus escandalosos motores. La alegría se exhibía en fuegos anaranjados, los más deslumbrantes que vi en mi existencia, totalmente segadores, venían a verme, mi corteza sería pisada. Mis rayos seguían aumentando, por primera vez transpiré. Me sentía enorme, hinchado de felicidad y nerviosismo a la vez… grité de alegría a través de mi fuego que decía mil veces lo que palabras no podían. De pronto, mi alegría fue cortada por gritos de dolor, de desgracia, de esfuerzo en vano, de olvido, de nunca más, de hombres y motores en llamas.
Y, por segunda vez, desperté.